lunes, 3 de mayo de 2010

El Taller como espacio de transformación del ser humano

Artículo aparecido en Revista Comunicación, Número Especial, 2009 (dedicado a Calufa)

Mónica Zúñiga Rivera
Académica ITCR y UNA


Cuando Carlos Luis Fallas publicó Mi madrina en 1954, los lectores creyeron que se trataba de un único texto., la portada así lo sugería. Sin embargo, contenía dos obras más, Barreteros (de 1941) y El taller (de 1950). Estos dos relatos, considerados por algunos novelas cortas y por otros, cuentos , han sido objeto de escasos estudios.
El Taller es mencionado en escuetas notas de pie de página o en algún ensayo a propósito de los modos de producción de la Costa Rica de principios del siglo XX. Además, resulta particular que fuera escrito en tiempos de clandestinidad del partido comunista, quizá con esto el autor evidenciaba su permanente afán por la organización obrera y las consignas de justicia social que siempre profesó. Por estas razones, es necesario rescatar algunos aspectos poco escudriñados del texto de Calufa y que tienen que ver, por un lado, con la cuestión semiótica y espacial, y por otro, con la visión de mundo del escritor alajuelense. También se hablará un poco sobre el argumento (según lo investigado, la narración no ha sido difundida por el canon oficial, o al menos por la crítica literaria tradicional) así como de algunos aspectos importantes, referidos al contexto histórico de la década de 1930- 1940.

Argumento

El relato habla sobre un taller y tienda de zapatos artesanales denominado “La luz”, ubicado en Alajuela y famoso por la calidad de sus zapatos. Su dueño, un nicaragüense llamado José Medina (El cholo) daba trabajo a 22 operarios de los cuales sólo se mencionan 11. Según el texto, el taller era un lugar ameno, de bromas, juegos y apuestas, pero también, escenario de relatos dramáticos por parte de algunos zapateros cuyos vicios los denigraban. Además, existían temporadas buenas y malas para el negocio, sin embargo, el trabajo parecía no acabar. Las relaciones entre patrón y trabajadores eran cordiales, así como las que se daban entre los operarios.
Un día llegó al taller un nicaragüense de Rivas llamado Juan. Fue contratado por el cholo José y al momento se le apodó Cachamba. Los zapateros lo recibieron bien y pronto se insertó en el grupo, no sin cierta timidez.
El taller prosperaba, pero, conforme avanza el relato, se evidencia el peligro de la crisis económica de Costa Rica y su posible repercusión en el espacio alajuelense . Una vez que la crisis deja de ser un rumor y se convierte en realidad, los contratos comienzan a disminuir y de este modo, el negocio peligra. A raíz de esto, algunos zapateros comienzan a involucrarse en reuniones propulsoras de huelgas y movimientos contestatarios. Otros, por el contrario, se burlaban de las reuniones del gremio. Luego de algunos meses, el trabajo escasea: el cholo José recibe la orden de no hacer más zapatos y esto desencadena la certeza del golpe de la crisis. Al mismo tiempo, ocurre la muerte de Cotico, un viejo zapatero.
Luego de esta muerte, la situación económica empeora, Cachamba comienza a sentir mal humor y después de navidad, don José Medina despide a varios de sus empleados. Los zapateros continúan reuniéndose con los sastres y panaderos pues los precios de muchos productos básicos subían pero no los sueldos de los trabajadores. En el taller, paralelamente, se leen los periódicos y se da una alfabetización que derivará en una toma de conciencia por parte de Cachamba, quien luego de casarse, sufre estrechez económica.
Como las noticias sobre el empleo y la pobreza son cada vez más numerosas, y además el gobierno no ayudaba, algunos zapateros deciden irse a huelga a San José. Esta se efectúa un miércoles y a ella asisten varios obreros, mujeres y hasta Cachamba quien al inicio se mostraba reticente pero luego cambia de parecer. Él toma el liderazgo de la marcha. El enfrentamiento entre la policía y los trabajadores es violento y se difunde por los medios. Al día siguiente, en el taller se lee en los periódicos una supuesta descripción de Cachamba, a quien se consideraba muerto. No obstante, para tranquilidad de todos, él vive.
El relato cierra con la visita de Gole a Cachamba. Ambos se ven en el Hospital San Juan de Dios pues el nicaragüense estaba ahí, aún después de 15 días de finalizada la huelga. Dialogan y sale a relucir otra posible manifestación y que don Pocho (viejo zapatero) había dejado su creencia evangélica para darle campo a una lucha más material y menos espiritual. El texto cierra con las palabras de Cachamba sobre el deber de la lucha, legitimada a partir de los hijos engendrados.



Contexto histórico


Si bien el texto se escribe en 1950, rememora sucesos de la década de 1930, específicamente los años 33 y 34 marcados por la polémica y la confrontación política: de un lado, las medidas impulsadas por el gobierno de Ricardo Jiménez desfavorecían a las clases más pobres y por el otro, la satanización de los comunistas se mostraba cada día en los periódicos oficialistas.
Además, dentro del gremio zapatero existía otra forma de explotación sufrida en ese tiempo: cada vez que los patronos tenían un hijo, a los obreros se les rebajaba un 2,5 % de su salario. “Ese dinero rebajado se depositaba en una caja con el nombre del niño recién nacido para formarle su capital inicial” (Morales, 2000:29). Aunado, los gremios de zapateros, panaderos y sastres comenzaban a organizarse de una manera nueva, pues como lo ha expresado el investigador Mario Oliva, la lucha por la justicia y el nacimiento de una conciencia social se manifestaron con fuerza desde inicios del siglo XX gracias a la difusión de textos socialistas y anarquistas (Oliva, 1985:168).
Al mismo tiempo, surgió la problemática heredada y prolongada por la gran depresión del 29 cuyos resabios afectaban a los sectores más vulnerables de la Costa Rica de entonces. Según Juan Morales, zapatero por aquellos años, “ de 1930 en adelante la crisis se manifestó con características muy graves .Los patronos de las zapaterías así como de otras industrias del país comenzaron a tomar medidas para defenderse, proteccionistas a su manera, todas ellas encaminadas a descargar sobre los hombros de los trabajadores el peso de la crisis. Redujeron los salarios hasta en un 50 %” (Morales, 2000:42). De esta forma , la lucha obrera comienza a organizarse y surge así el destacado papel del Partido Comunista fundado en 1931. No en vano “la primera gran huelga de zapateros y la primera gran huelga de bananeros que tuvieron lugar en 1934 y que dieron origen a la organización sindical en esos sectores fueron dirigidas por el Partido Comunista” (Acuña y Molina, 1991:183). Sin embargo, cuánto influyó el gremio zapatero en el Partido Comunista o al revés, (tal vez esta última postura es más verosímil pues en varios países, este gremio siempre fue contestatario y hasta radical) es un tema de estudio posterior. Con todo, un hecho es innegable: el año de 1934 fue convulso y de grandes retos en el campo de la justicia social, pero al mismo tiempo, fue un año de esplendor para los sindicatos zapateros que estuvieron dispuestos a sostener cinco semanas de huelga en protesta contra las medidas adoptadas por el gobierno y los patronos. (Morales, 2000: 51). La huelga de los zapateros antecedió a la encabezada por Calufa y Rodolfo Cerdas en la zona Atlántica , de manera que la efervescencia de ese año fue notoria y ha sido objeto de estudio de múltiples investigaciones. Precisamente, este es el escenario del cuento El Taller, que desde el título mismo prefigura una colectividad particular dentro de un contexto histórico específico.
El hecho de que el texto haya sido publicado en 1950 hace sospechar que hubo un particular afán artístico y no sólo anecdótico, aspecto singular dentro de la obra de Calufa caracterizada por el protagonismo y la vivencia pues como decía León Pacheco, refiriéndose a una diferenciación entre Asturias y el zapatero alajuelense, Fallas “había vivido en hígado propio lo que descarnadamente relataba”. Esta publicación, tan lejana de lo hitos históricos, nos sumerge en un proceso creador, mezcla de vivencia, artificio y solidaridad en tanto virtud humana. Fallas como artista, evidencia en El Taller una escritura capaz de fusionar belleza, humor y proyecto político comunista. Tal intencionalidad no siempre es evidenciable en su narrativa, sin embargo, El Taller sí admite una mención aparte en ese sentido.


La cuestión semiótico-espacial y la metáfora taller-mundo

Es importante resaltar que este cuento en tanto obra de arte, privilegia una cuestión de tipo espacial. Según Lotman, “una consecuencia de las ideas acerca de la obra de arte como un espacio en cierto modo delimitado (...) es la atención que se presenta al problema del espacio artístico” (1970:270). En efecto, el taller de zapatería del Cholo José Medina prepara al lector para una eventual y gradual transformación de todos los que de alguna u otra manera, están dentro de ese espacio. Desde los materiales que entran al taller para ser transformados en otros productos u objetos (cuero, tapillas, tachuelas) hasta los humildes trabajadores de Alajuela, todos sufren una metamorfosis cuyo indicio se muestra en el nombre de la obra.
Por otra parte es notable que el taller se llame “la luz” aspecto sospechoso en un texto propalador de la gradual toma de conciencia experimentada por un sector de zapateros costarricenses en tiempos de crisis. Se recordará que la luz simboliza, entre muchas cosas, el conocimiento o lo que los budistas pueden denominar conciencia o iluminación (Chevalier y Gheerbrant, 1999:664) y claro, lo que en un primer momento se expresa mediante ideas y conceptos abstractos se transforma -como casi todo en el taller- en gestión. Primero la palabra, como en los textos sagrados y luego la acción. De este modo, se ve cómo después de los rumores negativos que circulan en las calles de Alajuela sobre el recorte de salarios y demás, los zapateros (panaderos y sastres) deciden actuar para prever y hasta detener la situación. La luz es el germen de la acción, de ahí que el nombre del taller del cuento no sea algo fortuito: por el contrario, prefigura un carácter de beligerancia y compromiso. Asimismo, la luz señala una oposición, una dualidad: nos dice que también existe oscuridad y que la vida oscila entre estas dos espacialidades (Chevalier y Gheerbrant, 1999: 664). En ese sentido, la lucha es universal pero además, permanente e innegable.
De igual manera, el cuento se denomina “El taller”. Este nombre no es azaroso sino un vocablo que implica una escogencia alevosa por parte de Fallas. Aunque el escritor haya sido zapatero y aunque hubiera querido plasmar una experiencia real de la historia costarricense (como en casi todos sus textos) quizá su significado esté más allá de una simple descripción de los hechos de 1934. El título escogido podría indicar que el taller es una metáfora del mundo (al menos de la visión de mundo optimista de un luchador marxista-leninista) en la que el ser humano puede cambiar si es conducido a situaciones de explotación y a la vez de concienciación. En efecto, dentro del texto del alajuelense, se puede establecer un enfoque optimista de la realidad. Tales aspectos van desde la descripción minuciosa de los trabajadores, del patrón, del pueblo de Alajuela, la inminente llegada de la crisis que viene desde afuera y por último, del nacimiento del hijo de Cachamba quien prefigura la esperanza del gremio zapatero que es, al mismo tiempo, la esperanza de todos los explotados).
Ahora bien, el espacio -como se ha dicho-, está estrechamente vinculado con los acontecimientos. Antes de la llegada de Cachamba-cuyo desplazamiento es el mayor suceso del texto- en el taller se daban pleitos sobre música, apuestas, juegos de damas, patochadas y canciones interpretadas al son de la guitarra del indio. Además, es descrito como un lugar apto para la discusión: “los zapateros habían hecho un arte de la discusión, que ejercitaban con demasiada frecuencia y sobre todos los temas habidos y por haber, eran muchos los que compraban el periódico todas las mañanas...” (Fallas, 1967:79). Con el análisis de los problemas diarios, los zapateros iban adquiriendo conciencia y a la vez, identidad como obreros. A este respecto Acuña y Molina señalan que “en la cotidianidad del taller se forjaban identidades, resistencias y utopías. El zapatero aprendía a ser distinto y a considerarse diferente” (Acuña y Molina, 1991:191). De manera que el espacio del taller como un lugar de polémica, participa activamente de la transformación de la conciencia de los individuos pero a la vez, se configura como un espacio en el que la lucha de clases más que un concepto, es una vivencia real en medio de la cotidianidad, la crisis y la explotación.
Como se señaló, en el taller se discutía apasionadamente sobre arte, problemas científicos o política nacional e internacional. Era, asimismo, un lugar donde se aprendía a dominar el temperamento y de hecho “el recién llegado o lograba pronto domar su mal carácter, si lo tenía hasta poder contener sus impulsos violentos, o abandonaba el taller (1967:79). Así, surge la figura del espacio que transforma a quienes incursionan en su interior, de una manera siempre positiva y hasta trascendente. Todo este marco se muestra aún sin la llegada de Cachamba lo que corrobora el hecho del taller como un espacio de mudanza y dinamicidad.
Una vez que el zapatero de Rivas irrumpe en el taller, si bien continúan las bromas y los juegos de azar entre los zapateros, se permea el espacio de una suerte de gratitud y respeto ante la vida. Su verdadero nombre, Juan, es transformado - como suele ocurrir en Alajuela- por el apodo de Cachamba, una palabra que si bien no significa nada, es lo que permitirá la inserción de este extranjero en el taller y en el pueblo al que acaba de arribar. Con su llegada, el texto comienza a mostrar temas de política nacional como la crítica a la eterna presidencia municipal de don Rosendo Soto, quien al parecer es un hombre corrupto y que además sólo saluda al cholo José Medina para sacarle zapatos fiados pero cuando se lo encuentra en la calle simula no haberlo visto.
En el taller también se transforman el dinero y la apariencia física: Cachamba se compró una camisa blanca, zapatos amarillos y un pantalón fino con la suma ganada en un juego de apuestas con su patrón: vestido y rasurado, llegó al taller un domingo. De esta forma se ve cómo la plata del cholo José, se tradujo en ropa y accesorios para el zapatero de Rivas. El texto lo evidencia así: “¡Mirá, aquí vienen mis pesos! ¿Qué te parece?-Y señalaba las prendas nuevas de su paisano” (Fallas, 1967:104). Sólo después de que Cachamba cambia de aspecto físico puede disfrutar auténticamente de las bromas que el taller hacía de él. Incluso se casa y engendra un hijo. Sin embargo, luego de la fiesta y la celebración del cambio operado en Cachamba, el texto anuncia rumores de crisis. Ante esto, sólo tres zapateros del taller comprenden la envergadura del problema: Monsón, Gole y Petates . Ellos se reúnen en el sindicato y estudian el problema, sin embargo, sus opiniones no tienen cabida en el taller pues el Indio y Beteta los impugnan con crueldad y malicia. Además, Cotico los increpa diciéndoles que no vale la pena luchar pues recordaba la traición y el oportunismo del Partido Reformista en sus tiempos de juventud. Pero, no es sino hasta que al Cholo José le cancelan un contrato cuando los demás trabajadores ven la crisis como algo cercano. Posteriormente, Cotico muere y así el indicio de la negra realidad aflora en el relato. A partir de este hecho, el texto toma otro giro: Cachamba comienza a perder su optimismo; por primera vez lanza maldiciones y hasta se muda a casa de sus suegros pues el dinero ya no le alcanza. El taller no escapa a la crisis y el cholo José se ve obligado a despedir a Camorra y a Petates, los dos zapateros más bromistas del cuento. Esto podría interpretarse como la pérdida del humor (o felicidad), la pérdida de un estado primigenio de tranquilidad por uno de incerteza y desgracia futuro. Y es que el taller, aparte de ser un lugar de discusión y de crecimiento también- en buena medida- era un espacio lúdico: la intelectualidad y el humor iban de la mano. Las cuartetas de Gole y Petates así como los ritos de iniciación (las apuestas de Betín, por ejemplo) forman parte de ese ambiente lúdico y de mofa presente en el gremio zapatero. La música y el deporte constituían-junto a las patochadas- otra forma de convivencia dentro del taller. En efecto, “había equipos de fútbol y se realizaban campeonatos entre los talleres” (Acuña y Molina, 1991:190). Por esta razón, la destitución de quienes charlataneaban más en el negocio de José Medina, puede ser interpretada como la expulsión del humor y la transformación del taller que, de un espacio lúdico y jovial, pasa a ser lugar de estrés y crisis inminente.
Los obreros, según el texto, continúan instruyéndose en las reuniones, a pesar de los conflictos económicos y las amenazas. Gole, en una clara posición de pedagogo (postura que según Mario Oliva fue muy utilizada como estrategia eficaz de alfabetización obrera) le explica al nicaragüense el proyecto del Presidente (una recaudación de impuestos de forma indirecta que repercutiría sobre la canasta básica y las materias primas con las que trabajaban los obreros).De esta forma, el zapatero venido de Rivas, comprende que hasta las medicinas serán más caras a causa de estos impuestos...Y como tiene a su hijastra enferma, al escuchar la palabra “medicinas” reacciona. Esta es justamente la escena cumbre para el nicaragüense: el taller lo ha transformado completamente. Primero lo embelleció por fuera (pues según el texto era feo como un gorila, luego le dio esposa e hija y finalmente, un hijo). Cachamba decide entonces ir a las reuniones del local con sus compañeros. Milita, según el texto, con una fe ciega en el futuro, cree que aunque él no vea el cambio inmediato, su hijo tal vez sí. De esta forma, el taller se constituye en un espacio de toma gradual de conciencia, de cambio físico y conductual, un espacio que transforma y se transforma con los acontecimientos negativos y positivos venidos de afuera: el lugar ameno y estable se convierte en motivo de incerteza y ante esto, la respuesta implica también un caminar distinto por parte de los trabajadores. Es aquí donde se anuncia el tema de la conciencia.

La conciencia y la transformación

Ahora bien, según ciertas disciplinas-como el periodismo- la conciencia es una suerte de abstracción de la que nadie debe jactarse o de la que nadie conoce lo suficiente (de ahí sus reportajes parcializados, sobre todo a favor de los discursos oficialistas) Sin embargo, se tomará- a pesar de los diccionarios y las teorías-una definición bastante personalista referida al despertar de la conciencia como algo que implica una sensibilidad y a la vez un actuar.
En el taller, la conciencia aparece primeramente como solidaridad pues los zapateros se ayudan entre sí. El jefe ayudaba a sus obreros y los obreros a él. El Cholo José tenía varias mujeres y esto hace que él requiera generar suficiente dinero para todas. Este hecho lo saben sus empleados y su trabajo está rodeado de esta responsabilidad que parece compartida. También hay solidaridad en la pobreza: el alcoholismo-un problema característico de los zapateros- hacía que algunos se “fueran de tanda” y no trabajaran. Cuando esto ocurría, el patrón ayudaba a la familia del borracho para que por lo menos tuviera qué comer. Además, cuando algún zapatero necesitaba un adelanto a su trabajo, el cholo José se lo facilitaba. De esta manera, se ve cómo la dinámica del taller era benevolente y compasiva: “en el lugar de trabajo se combinaba la palabra con el juego, la burla con la fraternidad; se afirmaba la libertad y autonomía del obrero, se tomaba conciencia de la explotación, se resistía al patrón y también se le consentía” (Acuña y Molina, 1991:191).
Igualmente, tal y como se dijo, la conciencia se prefigura con el nombre de la zapatería (“La luz”) aspecto que afirma un proceso de toma de conciencia desde el inicio del cuento de Fallas. En efecto, a pesar de las bromas y las patochadas, los zapateros vivían en un ambiente de compañerismo y tranquilidad con todo y que, en honor de la verdad, ese gremio no siempre fue visto con buenos ojos. En realidad, los zapateros estaban muy concientes de su otredad y pese a su grado de compromiso, no hay que olvidar que eran pobres, y como tales, tachados de marginados. Acuña y Molina lo afirman, nuevamente, pues los obreros según algunos, “no valían nada. Los suegros no los apreciaban y hasta las mujeres los corrían” (Acuña y Molina, 1991:191). Quizá, este rechazo contribuyó a forjar los principios de este grupo, que a la postre se convirtió en uno de los más sólidos y beligerantes dentro de los movimientos sociales en Costa Rica.
Aunque los zapateros del taller habían sido solidarios, cuando surgió un nuevo tipo de problema, la conciencia ya no pudo ser la misma. En ese sentido, una vez que los rumores de la crisis dejaron de ser etéreos y se convirtieron en algo concreto, los zapateros asumen un nuevo tipo de conciencia aún más fraterna y sobre todo, organizada. De esta forma, su conducta se transforma también. Comienzan a leer más, a alfabetizarse y a reunirse en grupos numerosos. La problemática trasciende los ámbitos domésticos y por ello, se prepara el camino de la unión. La escasez de trabajo y dinero afecta a todos por igual, incluso trasciende el taller pues vincula a sastres y a panaderos. También va más allá de los lugares geográficos: San José y otras provincias de Costa Rica han comenzado a sufrir la crisis económica y el gobierno, lejos de ayudar a estos sectores, los intenta explotar mediante leyes que sólo favorecen-como es costumbre – a un reducido número de potentados. Así, la conciencia se transforma pues los actos individuales- a pesar de haber sido solidarios y benévolos-son insuficientes para contrarrestar la problemática externa. La conciencia se convierte en un “dirigirse a” en un claro sentido sartreano: no implica sólo percibir lo que ocurre o lo que está ausente, sino caminar y actuar con un fin determinado. He ahí la luz (conciencia) que se propaga de un nivel local a uno nacional, de mayor trascendencia y responsabilidad.
La transformación de los zapateros es la transformación que sufren los seres humanos cuando se percatan del sufrimiento del otro que es al mismo tiempo, el sufrimiento de todos. No existe dentro del texto de Fallas una conciencia que divague sobre su propio eje o que pretenda recorrer un camino sólo por el hecho de hacerlo. Por el contrario, el cuento ofrece un paulatino cambio que surge desde adentro y se muestra hacia afuera, en otras palabras, un cambio que se gesta en el pensamiento y se transforma en acción o verbo. Cachamba, el nicaragüense, el migrante, cambia su nombre, sus ideas y actos. De ser un zapatero indolente y hasta ingenuo, pasa a tomar el liderazgo de la huelga del 34. Los materiales (cuero, tapillas, suelas) cambian su aspecto y también se fusionan con otros para crear así, nuevos objetos. De la misma forma, el protagonismo de las mujeres adquiere nuevos matices pues el cuento habla de ellas como personas meditabundas que apoyan a sus maridos en la lucha por condiciones de trabajo dignas. Además, son también las mujeres quienes van a la huelga de la mano de sus compañeros, en una actitud solidaria y valerosa. Ellas también han cambiado, según la narración de Fallas.
Además, el taller transforma en un sentido metafísico: don Pocho, luego de ver que el espíritu y el estómago son cosas distintas pero complementarias, decide abandonar la iglesia evangélica a la que se había unido al inicio del texto. Se nota, entonces, que hubo un cambio de pensamiento antepuesto a la necesidad del pan antes que a la del espíritu. En ese sentido, hay una inversión: el pan (el salario de los trabajadores se homologa con la luz) y lo espiritual se constituye en un obstáculo para el ejercicio de la solidaridad entre los zapateros. De esta manera, el taller es el espacio de la transformación de los discursos: si el obrero no tiene salario justo ni garantías sociales, el hablar de Dios y el espíritu está de más. Para Fallas, la conciencia se refleja en la materialidad y la necesidad concreta de los trabajadores (algo similar diría luego la teología de la liberación y la actual opción preferencial por los pobres desde el ámbito latinoamericano).
El tópico de la transformación es antiguo: fue el gran motivo que inspiró la búsqueda de la piedra filosofal, o aquel que aterrorizó en la Edad Media ligado con la licantropía y las ciencias ocultas. Fue el gran tema que hizo famoso a Ovidio quien transformó hasta el sexo de los personajes y los dotó de nuevas identidades, es decir, nuevas vidas. Es también la gran cuestión del marxismo que abogaba por una sociedad de estructuras distintas formada por individuos cuya posición se desplazaba en términos de poder e injerencia.
La transformación, en este cuento particular, indica que el ser humano es capaz de mudar su pensamiento, sus acciones y su entorno, gracias a un despertar que por medio de un acto volitivo, se manifiesta y se hace real. Las tapillas, tachuelas y materiales se convierten en hermosos zapatos, los escépticos se vuelven creyentes, los “panderetas”, militantes. Es, sin duda, el taller, el espacio desde el cual se gesta el cambio y se estrechan los lazos entre los individuos. Los zapateros se unieron y tomaron acciones a favor de causas justas. Ante una crisis, la conducta varía, ante un golpe no se espera la ataraxia, sino la solidaridad de forma colectiva. El taller es el espacio propiciador de esta conducta porque modela el carácter y enseña el valor de la unión y el esfuerzo compartido. Es un espacio que humaniza, es decir vuelve lo específico en general, lo individual en colectivo. El sufrimiento es uno, la meta es una y es de todos, la lucha, permanente, mientras haya gentes y gentecillas en busca de justicia. En la tienda del cholo José, la solidaridad se impuso al egoísmo y de esta manera, el texto de Calufa invita a pensar en el amor real y concreto, porque quizá, como dice Cardenal, “solo el amor es revolucionario” (Cardenal, 1996:168).

Referencias bibliográficas

Acuña, Víctor Hugo y Molina, Iván. (1991).Historia económica y social de Costa Rica (1750
1950). San José: Editorial Porvenir

Cardenal, Ernesto.(1996).Antología. San José: EDUCA

Chevalier, Jean y Gheerbrant, Alain. (1999). Diccionario de los símbolos. Barcelona: Herder

Fallas, Carlos Luis. (1967). “El taller” en: Tres cuentos. San José: ECR

Lotman, Iuri. (1978). “Composición de la obra artística verbal” en Estructura del texto
artístico. Istmo

Morales, Juan R.(2000). Escribo para recordar. San José: EUNED

Oliva, Mario.(1985). Artesanos y obreros costarricenses.1880-1914. San José: ECR

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