lunes, 18 de julio de 2011

La hidalguía del dinero


Fue certero de Quevedo señalar, como Freud[1], el valor de lo económico: “poderoso caballero es Don dinero”. Ciertamente, si la pobreza es causa y consecuencia de muchos males en la sociedad, el dinero es la tabla de salvación para la mayoría. Es más, el poeta español no contento con alabar al poderoso caballero afirma que quien le trae al lado /es hermoso aunque sea fiero”. De este modo, la fortuna que un hombre obtenga, le brindará, por ejemplo, puertas mágicas capaces de atraer a una hermosa princesa moderna (¿Oscar Núñez y la exdiputada del PAC, Andrea Morales?) Y para ello, cualquier desventaja física es baladí. En una sociedad caracterizada por el consumismo y la “trágica moda[2], las riquezas han venido a ser el objeto de significancia para muchos. Esto, no obstante, ha sido una cuestión reiterada y nada nueva bajo el sol: siempre el dinero ha ablandado sentencias, hermoseado las toscas apariencias y hasta realizó milagros de castidad y orden sexual.

Pero hablemos con franqueza. La fortuna ha estado ligada con la prosperidad en el máximo sentido judeo- cristiano: una vida con salud, amor y por supuesto, solvencia económica fue el ideal buscado en la antigüedad. Los patriarcas, según el Antiguo Testamento, eran personas acaudaladas, con ganados numerosos, hijos educados y mujeres hermosas. Además, eran vigorosos y aún en su vejez (si bien con cierta decrepitud, como en el caso de Abraham) se reproducían. De manera que el caudal de uno era al mismo tiempo su plenitud. Posteriormente, esta visión fue tomando otros rasgos que demandaban, a los poseedores de riqueza, compartir lo ganado con los pobres. Así, la sociedad buscaba un cierto equilibrio entre sus miembros y, de alguna forma, se vivió la justicia. Pero, el poder que ejercía “Don Dinero” fue tan grande que los hombres (y las mujeres) se olvidaron de compartir con su prójimo. Por eso Jesús habló negativamente de las riquezas, pues ya desde sus tiempos, era evidente que el egoísmo reinaba. Y con esa actitud de todos conocida, el ser humano siguió creciendo y llegó hasta nuestros días con la versión revisada y aumentada de los vicios denunciados por el nazareno y otros ascetas.

En la actualidad, el dinero ha venido a ser parte de la escala de valores y requisitos de la sociedad, pues no se concibe a un novio “sin plata”, a un cristiano en la pobreza o a un presidente sin apellidos de alcurnia. Si en otro tiempo se denunció que el origen de todos los males era el “amor al dinero” (1ª Timoteo 6:10), hoy se le proclama como fuente de felicidad y hasta de belleza. Las mujeres vuelven sus cabezas ante la aparición de un carro último modelo, aunque este sea conducido por alguien poco agraciado; los hombres miran a una mujer desde su vestido hasta la marca de su cartera, y los niños prefieren desde los tres años, zapatos deportivos cuya publicidad los invadió estando en el vientre. Y qué decir de los milagros derivados del “oro quevediano”: rostros hermosos, dientes de porcelana, senos voluptuosos, abdómenes tonificados e incluso, cultura, inteligencia y títulos doctorales (de universidades de garaje que sacan títulos "marca patito" para usar el vocabulario tan acertado de Los Simpson).

Ciertamente, la prosperidad fue una cosa y lo que se vive en nuestros tiempos obedece a otra visión de mundo, sin duda, individualista. La frase “tanto tienes, tanto vales” se podría modificar infinitamente, como por ejemplo: tanto muestras, tanto te aman o tanto hueles, tanto te admiran...Porque hasta el olor; el caro olor, ha venido a ser un afrodisíaco que ayuda en situaciones desventajosas (cualquiera mira, aunque sea de soslayo, al portador o portadora de una exquisita fragancia, ya sea en el bus, en la calle o en una tienda).

Hablar del poderío de un caballero inmortal es cuestión de no pocas páginas: las caras que ha tomado Don Dinero son muy variadas y están mezcladas con discursos que invaden aspectos tan disímiles como la religión y la economía. Para la religión moderna -sobre todo para el movimiento protestante- el dinero es fundamental y si un cristiano vive frugalmente es tachado de pecador, mediocre y fracasado (los libros del éxito y la filosofía de la “dizque” superación tienen que ver con este fenómeno). Las riquezas se generan pero sus beneficios llegan a unas pocas manos. Por ello, a la luz de unos cuantos versos del siglo de oro español, la sociedad actual se muestra añeja y viciada, sin hidalgos capaces de salvarla, de no ser por la transformación total de su marcha; su retorno a la humanidad y, en definitiva, su desdén por aparentar.



[1] “...en última instancia, la motivación de la sociedad humana es de carácter económico”, Introducción al Psicoanálisis , 1917.

2 Término utilizado por Dalí para referirse al primer trauma generado por el nacimiento (Néret, Gilles,Dalí, Alemania: Taschen, 2004,42).

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